Hace
algunos días se difundió en la prensa el resultado de un ranking
latinoamericano que señala que Chile es el país que tiene más metros cuadrados de mall por cada 100
habitantes, lo que en términos prácticos significa
que por cada 100 personas hay construidos 15 m2 de centros comerciales. Hoy,
estos espacios ampliamente criticados por su tipología constructiva, relación
con el entorno, espacios de sociabilización y origen basado en el consumo, se
han convertido en los espacios más demandados de la ciudad, irguiéndose
inclusive en algunos casos, como nuevos espacios de urbanidad y de encuentro.
¿Qué nos delata esta cifra en
términos urbanos?
1) El mall se ha homologado a un gran
espacio urbano. Los malls nacen con la idea de la
homologación de la calle corredor comercial, lo que significa que tienen en su
origen la necesidad de adecuarse a las demandas de los paseantes, incorporado
lo que busca el usuario: es un espacio (de uso) público, que permite el comercio.
A esto se han añadido otras funciones que son propias de los espacios públicos
como el desarrollo de la sociabilización y los lugares de encuentro, disfrute u
ocio. Por otro lado, la buena conectividad y ubicación de sus instalaciones, la
eterna primavera en su interior, seguridad, variedad de productos y nuevos
programas, han superado en muchos casos la funcionalidad de las calles o
centros urbanos que tienen carácter comercial. El
mall nacido en los suburbios norteamericanos, primero se trató de un lugar que
buscaba captar el incremento de los flujos que se realizaban a través del
automóvil. En este sentido, los malls se hicieron cargo de las nuevas
tendencias de urbanización por extensión, ya que el uso del automóvil durante
la post guerra, significó una nueva forma de abarcar el territorio construido
de la ciudad. Boulevares, grandes avenidas, comercio de lujo y espacio para el
automóvil fueron algunas de las características que definieron el éxito de las
primeras tipologías de mall que se construyeron. Sin embrago este primer modelo
dista bastante de lo que hoy se conoce como concepto del mall, ya que a pesar
de que se construye con la lógica de la incorporación del automóvil, su diseño
permitía abarcarlo también desde la lógica peatonal. Por otro lado, las nuevas
tecnologías de climatización de los espacios, mecanización de los cambios de
nivel y una nueva lógica funcional, propiciaron una nueva manera de concebir
los espacios de consumo. Percibir los espacios de manera artificial era parte
de este nuevo diseño, ya que a pesar de que hubiera frío o calor, los
visitantes permanecerían en su interior a una temperatura estable y
confortable. Existe en la actualidad una deuda con los centros comerciales de
las ciudades chilenas en términos de seguridad, nivel de las instalaciones y
accesibilidad desde otros puntos de la ciudad, que permitan la competencia de
estos lugares respecto a las tipologías comerciales o los malls que responden
de manera funcional a las necesidades de sus usuarios.
2) La ubicación de algunos malls
puede incidir en la reconversión urbana
Si bien
el mall se inicia como una tipología orientada hacia la construcción en la
periferia, en las ciudades chilenas se ubica al interior de varias ciudades. En
Santiago por ejemplo, se ubican cercanos a grandes concentraciones de oficinas
o servicios terciarios, de manera de tener una demanda segura. La aparición de la figura del mall en Chile –sin considerar las
tipologías comerciales anteriores que antecedieron al mall como los caracoles o
el Apumanque-, se produce el año 1982 con la inauguración del Parque Arauco,
ubicado en la periferia con mayores ingresos de la ciudad. Su diseño era
básicamente una adecuación del modelo norteamericano que contaba con dos
tiendas anclas y una serie de tiendas de menor magnitud. Hoy el proceso de
evolución que han tenido los malls en Santiago, considerando sobre todo los
casos emblemáticos del Parque Arauco y el Plaza Vespucio, evidencian que se
puede relacionar el concepto de reconversión urbana con el desarrollo
constructivo de estos espacios. El mall Plaza Vespucio, por ejemplo, ubicado en
el Paradero 14 de Vicuña Mackenna, se ha ido incorporando al flujo de personas
y comercio circundante en el sector, hibridándose los límites entre el espacio
público y el espacio privado. Los espacios de uso público que se encuentran al
interior de los límites privados, se convierten en espacios de encuentro en
distintos ámbitos sociales: estudiantes, oficinistas, comerciantes, entre
otros. Esto se produce por razones culturales, morfológicas y funcionales, que
coinciden en primera instancia –a comienzos de los años 2000-, con la llegada
del metro en la línea 5 a las cercanías del mall, mediante un proceso de
apertura morfológica del espacio del mall a través de la construcción de Las
Terrazas, espacio que comienza a funcionar como boulevard. La vinculación del
mall con un importante conector de flujos como es el metro, ha posibilitado en
este caso, la potenciación de un entorno urbano que crece en torno a los
servicios que ofrece el mall.
3) Existe una obsolescencia funcional
de antiguos sistemas de comercio tradicionales
Apoyados
desde la academia pero reemplazados por las nuevas pautas de consumo, las
formas tradicionales de comercio en Santiago como galerías, caracoles y calles
comerciales, no han sido parte de una gestión lo suficientemente hábil como
para dar cabida a las nuevas demandas de los ciudadanos. El mall fue
adaptándose a las transformaciones que la ciudad demandaba y el comercio
tradicional no pudo alcanzarlo. Las
últimas encuestas sobre seguridad y victimización han producido un
cuestionamiento en torno a la utilización del espacio público y su rol dentro
de la sociedad. En este sentido, la percepción social sobre el concepto de
vigilancia, ha variado en cuanto a las apreciaciones vinculadas al control y
represión. Hoy pareciera que las personas están dispuestas a perder parte de su
ámbito privado, a cambio de tener más seguridad. El mall permite mediante
códigos ni tan sutiles ni tan explícitos, entregar un sentido de seguridad a
sus usuarios. Cámaras de seguridad, guardias y control de admisión sobre el
espacio, son claves que respaldan en términos de seguridad a este lugar por
sobre el comercio tradicional en nuestras ciudades. Nuevos tipos de actividades
se han incorporado en los malls como un factor de diferenciación en relación al
comercio minorista. Los malls no sólo consideran espacios para la
comercialización, sino que cada vez es más común ver clínicas médicas, oficinas
públicas, salas de exposiciones, y hasta centros educacionales e iglesias, lo
que asegura un constante flujo de personas a lo largo del día. El hecho de que
como sociedad prefiramos los malls como lugares frecuentes para efectos de
consumo de bienes, posiblemente tiene que ver con la falta de otros espacios en
la ciudad que permitan el desarrollo de estas actividades, por lo que será
necesario tomar ciertas medidas desde las formas tradicionales de comercio como
asociaciones efectivas del comercio minorista; posibilidades de gestión de los
espacios; garantías de seguridad y control social; nuevos usos y programas; o
atención en el espacio público. Si bien el anuncio de los 15 metros cuadrados
de mall por cada 100 personas, posiblemente ha provocado un severo
cuestionamiento sobre la propagación de esta tipología, es necesario como
sociedad preguntarnos de qué manera las formas tradicionales de comercio que
han dado identidad a nuestras ciudades, pueden competir en la actualidad con la
figura del mall y de qué manera las preservamos.